martes, noviembre 21, 2006

UN INSTANTE QUE NO EXISTE MÁS...



Voces regándose, y su fino olor
a desierto revoloteando
a cada esquina
de la inmensa cortina.

Ha desaparecido,
pero aún no lo distingues
son solo tenues apariciones;
persecusiones perpetuas por el mar
olvidado,
paseos por membranas rotas,
por las luces extintas, apagadas,
ya cementerios de aire.

Regresa,
ahora que todavía te reconoces,
abandona tus templos de espera,
la promesa parece ser falsa, tal vez nunca fue escrita.

Regresa y acomódate las escamas,
que pronto llega la noche y la lluvia,
sus más fieles esclavos;
vienen y la traen en sus manos.

Pero no corras por las brasas para mirarle,
terminarán llevándosela.

No los persigas en su escape,
son silenciosos, no los alcanzarás.

Son laberintos, son fugaces...

-Y fuíste la bestia
condenada a sangrar,
día y noche, junto a las explosiones,
junto a las mutaciones,
junto a tus vísceras.

Habías encontrado
los misterios del silencio,
los Universos en el agua,
lo exquisito de vagar en tu habitación.

Tambien encontraste
muchas ventanas,
dejaste crecer al flagelamiento

¡Te ahogaste!

Dejaste que te marcara con sus uñas, con sus amenazas.

Te encontraste con el mar, te reclamaba:
¡Ven y muere hijo mío! ¡Dejame salvarte!

Pero apareció El Pardo, regresaba con tus cenizas,
te traía a los que amanecieron en la playa,
a los que viajaban en el sueño... Y a ella en sus dientes.

¿Cómo te transformabas?

(Aquí, solo y recordando... Marzo 8, 2001)

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